miércoles, 21 de septiembre de 2011

Desde el primer momento en el que tuve razón de ser
no tuve la oportunidad de preguntar como sería.
En circunstancias quise correr, pero para caminar primero hay que saber gatear.
Cuando al fin logré ponerme en pie, a lo largo de mi vida fui sujetándome de varias cosas,
sin embargo muchas veces caí, costó, pero volví a orientarme.
Recorrí senderos, muchos dispares y sin tener relación entre si,
y cuando ya estaba por la mitad, apunté hacia atrás y me di cuenta que tal vez esa no había sido la mejor elección.
Algunos fueron más largos, otros más cortos, varios más fáciles de recorrer
y otros llenos de piedras.
Deambulé de día, también de noche, en muchas ocasiones sin tener un guía,
mi faro fueron las estrellas.
Sin brújulas, confiando en que de todas formas podría llegar a donde yo quería,
y sin querer preguntar dónde estaba parada, asimismo llegué a sentirme perdida.
Le grité al cielo, quería una respuesta, pero no encontré más que mi eco.
Pedí tantas explicaciones... me cansé de caminar, corrí, hasta parar...
paré y ahí me quedé, varada en el medio de la nada...
En el medio del silencio es inevitable no pensar que aún queda mucho por andar
y que no hay un manual que te diga como llegar a la meta final
y obtener el premio con el primer lugar, del trayecto de la vida.

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